miércoles, 10 de noviembre de 2010

La Conciencia

Serie de Sentido Común
Número siete
La Conciencia
Por William W. Walter

Desde que despertó la primera mentalidad al punto de la habilidad de razonar, ha perdurado la búsqueda por Dios o la Causa. Esta búsqueda aún se está llevando a cabo en el presente.
La humanidad ha descubierto muchas invenciones maravillosas y muchas otras maravillas de la vida; pero cuando se trata de descubrir el Dios o la Causa real de todo, parece que la gente del presente ha tenido menos éxito que los de la época medieval y los de la así llamada época oscura.

La razón principal de por qué se ha fracasado durante todos estos siglos es que la gente buscó a Dios o la causa en donde no está. También han estado buscando por un “El” cuando es un “Nosotros”. Tratar de descubrir a Dios o la Causa antes de conocer si lo que se está buscando es un “El”, “Ello”, “Ella”, o un “Nosotros”, es más difícil que tratar de encontrar un alfiler en un montón de paja cuando quien busca no conoce lo que es un alfiler.
Ponerse a buscar cualquier cosa sin saber de ante mano, aunque sea parcialmente, qué es lo que se está buscando, obviamente es una tontería y una gran pérdida de tiempo. Nuestro primer interés debería ser descubrir el “qué” de una cosa, para que a continuación podamos descubrir el “quién” o el “dónde” de esa cosa.
El error vital es que la humanidad equivocadamente cree que conoce quién y qué es Dios o la Causa. Cree que la Causa es un “El” sentado en un trono en algún lugar más allá de la bóveda celeste, y desde donde este hombre Dios que es un El, controla los destinos de toda la humanidad.
También creen que el “Qué” de Dios es que El es Espíritu, o “un” Espíritu. Sin embargo, al parecer no les molesta en lo más mínimo que no conocen qué es Espíritu, o qué es realmente “un” Espíritu, porque dan por asentado que saben lo que es Dios, Espíritu, tan sólo porque conocen que Dios es Espíritu. Parece que a la humanidad nunca le ha llegado el pensamiento que para poder conocer lo que es Dios, si Dios es Espíritu, primero se tendría que conocer lo que es Espíritu.
Durante las épocas del pasado, todas las tribus del mundo han venerado como siendo Dios a prácticamente todas las cosas importantes fuera de lo ordinario. Han venerado como Dios al sol, la luna, las estrellas, el viento, los relámpagos y truenos, las bestias, los pájaros, sí, incluso las serpientes. Puesto que los seres humanos no encontraron suficiente variedad ya creada, modelaron imágenes horribles para venerar y que suscitaban temor. Se han erigido y se veneran pirámides, montañas, incluso edificios de iglesia con espirales que se extienden hacia arriba donde se supone está este Dios que es un “El”.
Algunos pueden decir, que los edificios de iglesia se construyen como lugares en donde venerar a Dios, y no para que se les venere a ellos. Lo único que tengo que decir respecto a esto es que las acciones hablan más que las palabras, como se comprueba como sigue: dirígete a un miembro de iglesia común y maldice a Dios o comete la blasfemia, y ese individuo pudiera alejarse sintiendo lástima por ti. Ahora dile algo derogatorio acerca de su iglesia, y tendrás un serio problema con él. Este mismo miembro de iglesia defenderá a su iglesia, aun cuando fuera necesario perder sus amistades, parientes e incluso la vida. Esto muestra concluyentemente que se le venera a la iglesia, y a ella se le da lealtad que con toda justicia y equidad se le debería de dar a Dios.
El hecho es que el Dios real no le da nada de importancia a la veneración de labios para afuera. Ni tampoco se puede hacer que “El” (la Causa Primordial) cambie por dirigirle halagos en voz alta, independientemente de lo solemne o dramático que se pudieran recitar esos halagos.
¿Por qué las gentes se siguen engañando a sí mismas a creer que pueden obtener bendiciones especiales de un Dios que ellos mismos pretenden que es justo e inmutable? Si El es justo, El hará justicia sin que tú le digas que lo haga, y sin que sean necesarios nuestros halagos o veneración de tan poca calidad. Además si El es inmutable, no cambiaría debido a nuestra veneración o halagos insinceros. ¿Qué tú esperas engatusar a un Dios justo e inmutable por medio de tu veneración y halagos, a que se vuelva cambiable y haga aquello que es injusto? Por lo que haces, parece que eso es lo que quieres hacer. Bien, no tendrás nada de éxito, porque el mismo Jesús dijo: “a Dios no se le puede burlar”.
En las cosas ordinarias de la vida los seres humanos no actúan tan tontamente, entonces, ¿por qué actúan de ese modo en la cosa más vital de la vida?
Si deseamos obtener un favor del gobernador del estado, lo primero sería investigar quién es el gobernador y dónde lo podríamos encontrar. ¿Por qué no se actúa igual de inteligentemente cuando se trata de obtener favores que otorga el Gobernador supremo de todo?
¿Deberías primero preguntar, “quién es Dios”? ¡No! ¿Por qué? Porque no sabes a ciencia cierta si Dios en un “Quién”. Quizá sostengas que sí sabes que Dios es un “El” o un “Quién” porque te lo han asegurado los predicadores o clérigos.
¿Qué prueba tienes de que los clérigos conocen más acerca de este tema que tú? Efectivamente ellos asistieron a los así llamados colegios de teología y ganaron sus títulos por el conocimiento que tienen de las Escrituras Sagradas; sin embargo, estudiar las matemáticas y memorizar todo el libro, al punto de poder citar y dar cualquier regla cuando uno quiere, no hace que uno sea un matemático práctico, poseyendo la capacidad de resolver los diferentes problemas matemáticos.
Frecuentemente se habla del clero como "hombres de Dios". Ellos reclaman estar trabajando directamente para Dios. Algunos pretenden haber sido ordenados o mandados por El. ¿Puedes recordar algún incidente que te llevaría a creer que Dios favorece en alguna forma especial a los clérigos como grupo? ¿No es un hecho que muchos cientos apenas ganan lo suficiente para vivir, a pesar de sus esfuerzos tan honestos? ¿No se enferman? ¿No tienen pérdidas y problemas como todos nosotros? ¿Qué ellos y sus seres queridos no se entregan a la creencia de la muerte? Si ellos realmente fueran favorecidos o enviados por un Dios personal, ¿por qué les sucede todo esto?
Quizá tú creas, como creen algunos, que estos hombres buenos recibirán su recompensa en el más allá. Para mí, esto equivale a que me den mucha comida después de haber muerto de hambre, o después de que ya no la puedo usar.
No digo esto en menosprecio del clero. No conozco a un grupo de hombres que hacen mayor bien fraternal a sus semejantes que los clérigos honestos comunes. Simplemente es que a ellos también los quiero despertar al hecho de que su enseñanza está equivocada por medio del mal entendimiento y que por lo tanto, sus esfuerzos se están gastando en una dirección equivocada; que están equivocados respecto a su conocimiento del Dios real y sus mandamientos.
¿Conoces algún clérigo que pueda mostrar visiblemente los signos que menciona Jesús que señalan al entendedor real? ¿Conoces alguno que pueda “Tocar con sus manos” a los enfermos y se recuperen? Desde luego que hay algunos que pretenden que lo pueden hacer, pero ¿se comprueba lo que pretenden por estar sanando continuamente a la gente? ¿Conoces algunos que puedan “beber cualquier cosa mortal y no les dañe en lo más mínimo”?
Si ellos no pueden mostrar a la vista ni el menor de los signos, ¿por qué aceptas su palabra como si fuera la verdad en una cosa tan vital como es quién o qué es Dios, y en cuanto concierne a tu bienestar futuro?
Muchas iglesias tienen sus propias idiosincrasias predilectas. En cierta iglesia los clérigos pretenden limpiar tus pecados por bautizarte en un tanque de agua. En otra, tan sólo una salpicada logrará el mismo trabajo maravilloso. En algunas, el clero pretende perdonarte tus pecados, y en otras, se supone que el convertirte en uno de sus seguidores hará lo mismo. Así va de una acción o cosa ridícula a otra.
¿Qué sucedería si bautizar o salpicar a alguien con agua o la unción con aceite, etc., realmente limpiara los pecados del pecador? Pienso que los sacerdotes nunca se han despertado lo suficiente para hacerse esta pregunta.
La respuesta es muy sencilla: Cesaría cualquier así llamada enfermedad o aflicción física que tenía el pecador, y se sanaría al instante. ¿Conoces a muchos que estaban enfermos y afligidos, que se hayan hecho completamente enteros por medio del bautismo, sea por medio de haberlos salpicado con agua o por haberlos sumergido totalmente en ella?
¿Qué autoridad tengo para hacer estas afirmaciones? Tengo las palabras de la Mente Maestra Jesús. En una ocasión le dijo a uno que estaba enfermo: “Ten confianza, hijo, que perdonados te son tus pecados” (Mat. 9:2). Cuando se le criticó por haber hecho esta afirmación, la Mente Maestra, dijo, en sustancia: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué cosa es más fácil de decir: se te perdonan tus pecados, o el decir: levántate y anda?” (Mat. 9:4,5). En otras palabras, el perdonar los pecados y el sanar de las así llamadas enfermedades físicas son uno y lo mismo. Cuando recordamos estas palabras del Maestro, ¿Qué podemos decir de aquellos quienes pretenden limpiar o perdonar los pecados de la gente y no aparece el sanar?
No fue sino hasta que transcurrieron trescientos veinticinco años después de la crucifixión, que la iglesia delegó el sanar de los enfermos a los practicantes de la medicina. Los apóstoles de Jesús podían valerse de sus propias mentes para sanar, así como lo hizo la Mente Maestra. Sin embargo, durante estos tres siglos el entendimiento real de la enseñanza y entendimiento del Maestro del Dios real se volvió gradualmente menor y menor, y por consiguiente, a medida que se transmitió de una generación a otra, se contaminó más y más con la creencia humana.
Finalmente, tan sólo unos cuantos individuos retuvieron el entendimiento real de Dios y del sanar espiritual, y por consiguiente, únicamente esa pequeña minoría tenía éxito en el sanar Mental. Indudablemente esto irritó a la mayoría; surgieron celos y antagonismo, y puesto que ellos eran la mayoría y ellos no entendían las reglas de las iglesias u organizaciones, lanzaron fuera de la iglesia a los sanadores reales así como al sanar entendedor honesto. El haber dividido las prendas de vestir del Maestro se sigue llevando a cabo en el presente. Las prendas de vestir de la Mente Maestra son sus enseñanzas.
Uno de los mandamientos principales que se les dio a los discípulos o predicadores fue, el de predicar el evangelio y sanar a los enfermos. Estos no son dos mandamientos sino uno solo, y esto es una de las prendas de vestir de la Mente Maestra que ellos dividieron. Incluso echaron suerte por sus prendas de vestir, como se había profetizado, ya que votaron acerca de dividir su enseñanza. Los predicadores de iglesia tomaron la parte de la predicación, mientras que se les dio a los médicos la parte del sanar.
Esta equivocación tan terrible se cometió en siglos pasados, y se ha transmitido de padre a hijo desde ese entonces, hasta la época presente. Los predicadores y médicos del presente se esfuerzan conforme a esa equivocación inveterada, pero ellos no fueron los que cometieron el error originalmente. Debido a este error del pasado, uno de los grupos más honestos y concienzudos de hombres y mujeres de la época presente se esfuerza por hacer lo imposible, a saber, sanar los así llamados efectos físicos del pecado, sin haber sanado al pecador del pecado causativo. También hay otro grupo muy grande de hombres honestos y concienzudos, que debido a este error inveterado se esfuerzan por efectuar lo imposible: Intentan espantar al pecador a que cese de pecar por medio de suscitarle temor a un castigo futuro.

Sin embargo, ni el temor al castigo del presente, ni mucho menos el temor al castigo futuro, ha hecho honesto a un corazón deshonesto. El temor al castigo del presente pudiera hacer que los deshonestos se vuelvan más astutos en su deshonestidad, pero el temor al castigo futuro no impide en lo más mínimo que ellos hagan su deshonestidad. Por lo tanto, todo este esfuerzo honesto es esfuerzo perdido. Y descubrimos que la humanidad no se ha superado o beneficiado en lo más mínimo debido a la iglesia y los predicadores, sino muy por el contrario, está peor, puesto que a medida que pasa el tiempo la gente se está volviendo más astuta y menos genuina.

Entendido correctamente, en inglés la palabra “evangelio” (gospel) significa “el encanto del bien”. En otras palabras, la totalidad del bien. El predicador debería de predicar y enseñar a la gente la gran verdad que de hecho y en realidad, el bien solo es lo único real. Si la gente entendiera y practicara esto, se sanaría no sólo de los pecados sino también de los efectos corporales dañinos, que son los efectos expresados de pecado o del pensar y hacer equivocados.
La salvación del pecado no se puede lograr por medio de predicar acerca del diablo, el infierno en llamas y el mal como una realidad. Aquí igual que en el primer ejemplo, se confronta un error similar, a saber: el intentar corregir el pecado sin conocer actualmente qué es el pecado, o qué es pecar.
Debería ser evidente que se tendría que conocer qué es Dios para saber si se está pecando en contra de Dios. Por lo tanto, nuestro primer esfuerzo será descubrir quién o qué es Dios. En ese momento podremos determinar en qué consiste el pecado y, por consiguiente, tendremos mayor oportunidad de destruirlo, y así salvar al pecador. Cuando se haya logrado esto se podrá ver fácilmente que el mandamiento de Jesús, de predicar el evangelio y sanar a los enfermos, es un solo mandamiento y no dos, y que el error más grande que se pudo haber cometido fue dividir las prendas de vestir del Maestro, y haber hecho dos mandamientos de uno solo.

Quienes han estudiado mucho las Sagradas Escrituras y creen absolutamente en ellas, escasamente se pueden convencer de cualquier cosa respecto a Dios sin que se haga referencia a estas Escrituras Sagradas. Si alguien duda de las Sagradas Escrituras, se debe a que nunca se le presentó el punto de vista correcto necesario para entenderlas.
Se pudiera pensar que es algo imposible convencer a alguien que ha dudado totalmente de la veracidad de las Sagradas Escrituras de que ellas enseñan la verdad. Pero he descubierto que es más fácil convencer al que dudaba de la veracidad de las Escrituras Sagradas de que ellas enseñan la verdad, que convencer a uno que cree en esas escrituras de que esa misma verdad es correcta. Sin embargo, he descubierto que todos ceden, aunque sea en parte a la aplicación del sentido común y la razón; por lo tanto razonemos juntamente.
Lo primero que tenemos que determinar en nuestra búsqueda por el Dios real es si es un “Quién” o un “Qué”. Las Escrituras sagradas y los individuos que creen en ellas, así como los que dudan de ellas, están todos de acuerdo en una sola cosa, por eso voy a empezar con esa y una sola cosa. Todos están de acuerdo de que si hay un Dios, o una causa primordial, es, fue, y tiene que ser lo primero. Por lo tanto, el sentido común nos dice que si descubrimos lo que fue primero, en realidad habremos descubierto a Dios. Cuando hayamos descubierto esto, entonces podremos determinar más claramente si Dios es un “El”, “Ello”, “Quien”, o “Que”.
¿Podría designar alguien cualquier cosa, sea lo que fuere, que fue, es, o podría haber sido antes de la conciencia? Estoy absolutamente seguro de que nadie lo puede hacer. Sin la conciencia, incluso tu Dios personal, no sería sino la no-entidad, sin poder ni tan siquiera reconocerse a sí mismo como Dios, ni tampoco podría reconocer cualquier otra cosa. Sin la conciencia no hay vida. Sin la conciencia no hay ser, porque para “ser”, uno tiene estar consciente de ser. Independientemente de la forma en que intentes resolver este problema metafísico, respecto a qué o quién fue primero, si te apegas al sentido común y a la razón verdadera, tu respuesta siempre tendrá que ser la misma, a saber: la conciencia fue y es lo primero.

Jesús enseñó que Dios es la Vida, y la palabra conciencia es tan sólo otro nombre para la vida. Lo que comprueba que esto es correcto es que se puede observar que donde no hay conciencia, no hay vida, y por consiguiente no hay ningún ser. Puesto que se ve que la conciencia y la vida son uno y lo mismo y la conciencia es la causa del ser consciente, y puesto que la vida es Dios, también la conciencia tendría que ser Dios, y el mismo Dios o Causa.
Sí, la conciencia correcta es el Dios o la Causa verdadera de todo lo que es real y eterno. No había ninguna duda acerca de que la conciencia correcta era lo primero y el todo verdadero de la vida, hasta que la conciencia se desarrolló al punto de la autoconciencia, o del auto-ser. Que la conciencia despierte al punto del auto-ser consciente, se tuvo que haber logrado o desarrollado la habilidad de razonar. Hasta este punto la conciencia correcta era la causa indisputable de todo, pero cuando se engendró la habilidad de razonar, llegó a ser posible la habilidad de dudar y de creer erróneamente, y desde ese momento en adelante, en creencia, se le dio entidad a una causa hipotética, que el mundo llama “el diablo”, o la causa de todo el mal aparente; pero realmente era tan sólo la conciencia equivocada.

Al haberse cometido el error anterior de personificar a la conciencia correcta como un Dios personal, que es un “El”, fue fácil caer en el segundo error de personificar a la “conciencia errónea” como un “Diablo” personal, como siendo la causa de todo lo que es malo. Esta es la única realidad que ha tenido o tendrá este Sr. Satanás de los predicadores, y que se supone es quien nos va a quemar en el futuro.
Uno de los metafísicos más grandes de esta época, al no poder penetrar lo suficientemente profundo dentro de la metafísica, evadió la cuestión respecto al “origen del mal” por afirmar que el mal no tenía ningún origen. Yo no estaba satisfecho con esa afirmación, porque el sentido común y la razón me decían que aún cuando el mal era tan sólo una creencia, la creencia errada tenía que tener algún origen, ya que no pudo haberse originado por sí misma. Desde luego que no hay ninguna realidad (verdad) en la creencia errada y su origen es tan sólo en creencia, sin embargo, no podría haber alguna creencia de la creencia sin que hubiera un creyente correspondiente para dar origen a la creencia.

La causa que procura la cosa ficticia que llamamos la creencia, es la conciencia errada, la conciencia equivocada, o hablando más correctamente, es un error en la conciencia; y puesto que toda la conciencia es causativa, un error en la conciencia produce un efecto ficticio para corresponder al error en la conciencia, así como la verdad o lo correcto en la conciencia causa un efecto correcto, real, verdadero y armonioso para corresponder a las realidades de la vida o del ser.

Esto no es una teoría sino cada individuo lo puede comprobar por sí mismo, y lo puede demostrar fácilmente tan sólo a través de efectuar un cambio completo de la conciencia errada a la conciencia correcta en su conciencia; esto se lleva a cabo por lanzar fuera el error que está en la conciencia por suplantar la verdad actual respecto a cualquier experiencia mala que pudiera estar en evidencia en el presente.
Lograr un cambio completo de la conciencia no significa un simple cambio de oraciones o del pensamiento, ni sólo palabras de labios para fuera, sino implica también un cambio de corazón y convicción mental. Cuando el individuo logra esto, el pensamiento o creencia errada que estaba en la mentalidad y era la causa de creencia del efecto errado, automáticamente habrá sido cambiada por medio de la convicción nueva y correcta. Por consiguiente, al haberse eliminado la causa ficticia, ya no puede producir ningún efecto para corresponder. Si se alcanza el entendimiento actual, el error anterior ya no podrá regresar, ni tampoco la experiencia mala.

Al estar la conciencia individual ignorante de su propio ser como causa y su cuerpo como el efecto correspondiente, y por consiguiente auto-engañada en cuanto a la sustancia real del efecto visible, equivocadamente asumió la creencia de que el efecto visible era la sustancia real en lugar de saber que era simplemente un reflejo de otra cosa; y por medio de otra creencia adicional le agrega a su creencia original de que el cuerpo es sustancia, las supuestas cualidades que ahora se le atribuyen a las cosas materiales. Por lo tanto, estas cualidades erradas aparecen en el efecto.

Sin embargo, es verdad que no importa hasta que punto este error aleje al individuo de la verdad del ser, de todos modos no hace real o eterno el error o el efecto erróneo, y por consiguiente vemos el así llamado regreso del polvo al polvo (de la creencia a la creencia) de toda la así llamada materia.
La Mente Maestra no dejó atrás ningún así llamado cuerpo material. Ni tampoco enseñó que la muerte era la forma de salir y liberarte de tus aflicciones y problemas. Enseñó la necesidad de vencer a la muerte, y no que nos deberíamos dejar vencer por esta creencia errada que es la mayor y la peor de todas.

Si por medio de este folleto se te ha despertado al punto donde estás pensando acerca de este tema como nunca lo habías hecho, y comprendes que la forma de salir y liberarte de la conciencia errada con todos sus problemas y enfermedades, no es por medio de la muerte o de asistir a la iglesia, sino por medio de ganar un entendimiento trabajable, practicable de la verdad de ser, entonces ahora ya estás listo para pensar muy seriamente acerca de resolver tu propia salvación. Esto de resolver nuestra propia salvación se vuelve un trabajo de placer y amor, una vez que el buscador verdadero de Dios, la Conciencia Correcta, entiende su importancia real.

No continúes siendo un hipócrita por intentar servir a dos amos, a saber: a tu iglesia y al Dios verdadero. No se logra gran progreso en la salvación cuando uno está obstaculizado por las leyes de la iglesia.

Si te cuidas y no cometes el error humano general de leer mucho y aplicar muy poco, sino constantemente estás intentando comprobar por medio de la aplicación del pensar correcto, la totalidad del bien, progresarás rápidamente en ganar entendimiento, y obtendrás las bendiciones maravillosas en el presente que le siguen al esfuerzo persistente y verdadero. No puedes pensar pensamientos buenos y verdaderos mientras seas deshonesto y desleal con tu ser real. “Deja que la gente se alborote”, deja que hable la gente, si ellos quieren, tú sigue al Maestro.

Quizá de inmediato no podrás cambiar totalmente tu pensamiento par que se conforme a la verdad de que la conciencia correcta es la causa verdadera de todo lo que es real y bueno, debido a que las enseñanzas y creencias anteriores no serán lanzadas fuera de la mentalidad tan fácilmente. Sin embargo, si te esfuerzas concienzudamente por probar por medio del razonamiento actual, que tus creencias anteriores respecto a Dios son correctas, finalmente te comprobarás a ti mismo que lo que yo he escrito es verdad.

Si se te ha despertado al punto donde comprendes que la conciencia tiene que ser y es lo primero, y sigues hasta alcanzar la comprensión de que la conciencia correcta engendra el pensar correcto, y que por lo tanto el pensar correcto es causativo, ahora puedes trabajar activamente para causar o crear para ti las cosas buenas que siempre has deseado, pero que te parecía que no eras capaz de alcanzar.

Una de las leyes de la conciencia es, “Fuera de mente fuera de cuerpo”.* Esto también significa que fuera de mente, fuera de experiencia, ya que no es posible que experimentes aquello acerca de lo que no estás conciente. No cometas el error del principiante de intentar mover montañas antes de entender cómo se logra. Empieza con las incomodidades y cosas menores y compruébate a ti mismo gradualmente que el Método Walter de la Metafísica o la Escatología realmente funciona, y que cada individuo lo puede aplicar para lograr su propia salvación del pecado, la enfermedad y la muerte.

2 comentarios:

  1. Puedes compartirnos los demás textos de la serie.
    Saludos cordiales.
    Mis mejores pensamiento

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  2. Crees Vega, que es inteligente que quienes no se han esforzado como tú, con esta facilidad los adquieran? Dice Walter en la hoz, es como darle a un salvaje un revolver.

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